
Empezamos el año con este polémico (o maquiavélico) y no menos interesante artículo de M. lagos sobre la posibilidad presidencia de Ingrid Betancourt post secuestro.
La posible liberación de Ingrid Betancourt significaría un suceso de alegría y felicidad, tanto para su familia como para todos aquellos en el mundo preocupados por su libertad.
Pero quizá, y debo decirlo, la Betancourt hubiera ahorrado años de tensión a Colombia y a su propia familia, si no hubiese actuado tan temerariamente al desplazarse (junto a su candidata a la vicepresidencia, Clara Rojas) por la convulsionada zona de San Vicente del Caguán en el año 2002, aun más conociendo la presencia peligrosa de las FARC en el lugar. Betancourt y su comitiva fueron advertidos oportunamente por el Ejército colombiano que custodiaba la zona de acceso a la antigua zona de distensión del riesgo que podrían correr de ser interceptados por los alzados en armas. Era la época del ex presidente Pastrana, al que se le ocurrió pactar con las FARC una zona liberada de algo más de 40,000 km cuadrados en el interior de Colombia.
Sin duda, el caso Betancourt se convierte en un tema crucial para la política colombiana a futuro. Desde hace algún tiempo en que me enteré de este secuestro se me viene inevitablemente a la mente, que aquel suceso del que era víctima la ex candidata presidencial de entonces, se podría convertir en la mejor "catapulta" para hacerse del poder en su país: el de haber sido una de las víctimas "importantes" de las temibles FARC. Pensé que su cautiverio sería no muy largo, y que ella podría retomar rápidamente su campaña (el mismo año 2002) y convertir aquella agresión en un insumo político eficaz a su favor, renovando con contundencia su trunca campaña. Y sí, podría servirle. Tenía que elevar con urgencia el 0.8% de aceptación popular que tenía en las encuestas. Me equivoqué. Espero que por el momento sólo con lo del tiempo. Su cautiverio ha durado casi seis penosos años. Aun así no es muy tarde para retomar el asunto "pendiente".
Todo este show mediático en torno a la liberación de sólo tres de los setecientos rehenes que tienen las FARC en su poder, en el que aparece Chávez como uno de los protagonistas principales me lleva sinceramente a especular "maliciosamente" con el tema.
¿Es posible que el dictador venezolano, y a la par de un plan progresivo de debilitamiento del presidente Uribe, esté tratando de "crear" o "apadrinar" calculadamente a una próxima candidata potencial a la presidencia colombiana?
Es que Colombia resulta dentro de los planes chavistas, una "plaza" fundamental para seguir deslizando sus tentáculos de poder en Latinoamérica.
Desde su participación en la política colombiana, Betancourt enarboló las banderas de la lucha contra la corrupción en su país. Siendo miembro del Partido Liberal y representante en la Cámara, sus enfrentamientos más resaltantes fueron aquellos en los que denunció los vínculos entre la clase política y el narcotráfico. Emplazó fuertemente al presidente Ernesto Samper, a la sazón también del Partido Liberal, por el destape que acusaba al “Cartel de Cali de haber financiado con dinero de las mafias del narcotráfico, parte de la campaña que lo llevó a la presidencia". De hecho, se fue del partido dando un portazo al declarar públicamente: "En el Partido Liberal hay intereses mafiosos". Posteriormente, la Betancourt chocó también con Pastrana, al sentirse traicionada por el compromiso incumplido de este de llevar a cabo una Reforma Política contundente. Lo mismo sucedería el año 2002 (desde el Partido Verde Oxigeno, la organización que la postularía como candidata presidencial), contra sus adversarios de turno Horacio Serpa y Álvaro Uribe, al que acusó de tener nexos con los paramilitares. Sí pues, la Betancourt se presentaba ante la opinión pública como una especie de outsider, una política ajena a las disolutas pasiones políticas de la clase política tradicional, llegando a catalogar incluso al Senado colombiano como un verdadero "nido de ratas".
Si Betancourt llegase a salir pronto en libertad y considerara retomar su carrera política, creo que no muy pocos ojos en Latinoamérica estarían atentos a ver en qué dirección de la coyuntura política en la región iría a virar. Esperemos ella se mantenga en la defensa constante (que la caracterizó) de la "limpieza" política del sistema político de su país, con respecto a la rampante corrupción y su relación con las mafias de narcotráfico y sus innegables influencias en la política nacional. Esperemos, además, que aquel gesto de besar tres veces en su campaña la estatua de Simón Bolívar en la Plaza de Bolívar de Bogotá no sea el "puente" para justificar algún acercamiento político de "contrabando" y de "taquito", con el artífice final venezolano de su eventual liberación y como pago a dicha deuda.
Veremos, pues, lo que podría acontecer en lo sucesivo. El interés desmedido y egocéntrico de Chávez por el tema de la guerra interna en Colombia no me parece sinceramente gratuito.