
¿Qué hace que plumas brillantes comprobadas como las d
e Rafo León o Alfredo Bryce caigan, y en algunos casos recaigan, en el plagio de autores verdaderamente menores? Muchas respuestas se han pretendido dar al respecto, hasta el psicoanális ha pretendido darle una respuesta a tan espinoso asunto que en tiempos de Google y la Internet merecen ciertamente una respuesta más prosaica: "haberme dejado llevar por la flojera y el descuido, antes que por el rigor y la autonomía" ( Rafo León Dixit). Ahora quién tira la primera piedra bloggers y bloggeros tan proclives a "voltear" notas como los periodistas más tradicionales, ¿recuerda cuando el efimero rapero Vanilla Ice empezaba su exito más recordado con los arpegios y bajo de una de las canciones más emblemáticas de Quenn? el hecho no está en copiar por copiar, lo bueno en todo caso sería reiventar, deconstruir o voltear con creatividad y plusvalía...total sólo los chinos inventaron la polvora...
El plagio y Yo
Por Rafo León
La sanciòn que Indecopi ha impuesto a Alfredo Bryce por el asunto de los quince artìculos publicados en el Perù me ha vuelto a sancochar los intestinos. No voy a soltar una sola palabra en relaciòn al caso Bryce, en estos temas cada uno sabe còmo mata mejor sus propias pulgas y si un poco tengo de moralista, no serà precisamente en el campo de la autorìa intelectual, algo en estos tiempos harto difìcil de precisar porque ya pasaron los años en los que, con centìmetro y regla, era perfectamente posible establecer la individualidad ajena; vivimos un mundo en el que las palabras -y no solo ellas- y los hechos, han pasado a ser patrimonio de todos en una especie de mazamorra con pelotas dentro de la cual no tiene demasiada gracia pelear pùblicamente por quièn se es y en cuànto uno se vende. Por supuesto que el navegnte sabe que hace dos años y medio yo estuve envuelto en un tema relacionado con el tèrmino "plagio", tan rotundamente que lo invoco a que ponga en buscador mi nombre y esa palabreja para que vea que salen màs entradas que en el corredor de Las Cucardas. Lo que pasò, pasò, y me da una flojera espantosa resumirlo. No puedo dejar de decir, sin embargo, que la responsabilidad total de los hechos la tuve yo y que apenas se destapò el problemita me ocupè de admitirlo por radio, Tv y prensa y poco màs y me pongo a escribirlo con tiza en las veredas del Jiròn de La Uniòn. Ahora bien, en este mundo de basuras y caras dobles, deberìa bastar con que uno asumiera sus pesares ante los demàs para que las aguas se calmaran. Pero no, la lògica y el Perù son como dos rìos, uno de agua y el otro de aceite, que se repelen y no se tocan ni cuando desaparecen. Es primera vez que lo comento pùblicamente pero en mi historia personal, lo que pasò con Lima Bizarra es una de las cosas màs crueles que me he inflingido a mì mismo y es una de las situaciones màs duras y dolorosas que me han tocado vivir. Perdì la confianza en mì, perdì las ganas de seguir escribiendo, perdì el deseo de salir a la calle y encontrarme con gente conocida, perdi el respeto de un montòn de periodistas jòvenes, perdì la cara (como dicen los chinos), perdì la licencia para opinar crìticamente sobre cualquier asunto de otros, perdì chambitas, perdì el humor, eso fue lo peor, perdì el humor. Fue entonces, a partir de Lima Bizarra, que empecè a escribir como si fuera un Papa de dedo alzado y autoridad divina en la Tierra, analizando como el sociòlogo que no soy y elucubrando como el politòlogo que no me gustarìa ser ni en mi quinta vida. Una especie de pesario se me instala aùn ahora sobre el pecho cada vez que me despierto por las mañanas y recuerdo ya no solamente la dimensiòn de mi error sino y sobre todo, lo que tuve que aguantar de parte de colegas periodistas, columnistas, blogueros y similares. Solo para traer masoquistamente algunos ejemplos. La psicoanalista Matilde Ureta en una entrevista a Caretas, comentò con el mismo rasero los varios casos de plagio que se dieron por la misma època, sin ocuparse siquiera de precisar los matices entre ellos, que si uno se pone a analizarlos, son tan importantes como la falta cometida en comùn. Esta señora ejerce una profesiòn que se articula precisamente en la diferenciaciòn y la entrelìnea por oposiciòn a la masividad con que el neuròtico vive su miserable vida. Pero no sè, la ganò el deseo de ponerse al lado de la gran opiniòn pùblica y debo decirlo, me doliò como un martillazo en el dedo gordo. Gregorio Martìnez, aùn ahora uno de los narradores peruanos que màs me gustan, escribiò en Perù 21 un comentario tan nutrido de mala leche contra mì que en un momento hasta me reclama haber tomado el asunto demasiado en serio y haber aparecido en el programa de la Valenzuela con cara de editor sin brùjula. ¿Se imagina el navegante què habrìa pasado si yo reaccionaba cagàndome de risa? Lamentablemente nunca he podido aprender a pilotearme con la lògica del lumpen, me habrìa gustado, hoy vivirìa mejor de lo que vivo, y quizàs ni siquiera en el Perù, pero en fin. Beto Ortiz sacò un doble pàgina en el mismo diario, un texto tan lleno de ambivalencias que cuando terminè de leerlo a la vez sonreìa y lloraba sobre mi pijama, porque fue un domingo por la mañana cuando llegò a mis manos. Pero Beto introdujo ese matiz que todo el mundo olvidò buscar, aunque su texto me resultò bastante agresivo. La leonera, sin embargo, se soltò en la blogòsfera. Recuerdo que en los dìas posteriores al destape yo, como un drogadicto, buscaba tres, cuatro veces al dìa comentarios por Internet e incluso me suscribì al alerta del Google con la clave de mi nombre. Dios santo, se me acusò de todo lo que pueda figurar en una escala que va de pituco a homosexual, pasando por pìcaro, ignorante, falso (Trafo Leòn, me rebautizò un imbècil), mediocre, argollero y hubo quien llegò a escribir que hasta lo de Lima Bizarra, mi programa de Tv le habìa gustado mucho pero que ahora le parecìa una buena mierda. Ahì parè de jugar ese juego perverso y chau al alerta Google. Muy bien, el asunto me duele hasta hoy y me seguirà atormentando hasta el dìa de la resurrecciòn de los muertos. Pero debo decir que su mayor presencia està dentro de mì y conmigo mismo, pues me enfrenta al boicot psicològico que me clavè al tomar textos de periodistas que yo no necesitaba (porque sè escribir y no lo hago mal), y al golpe moral resultante de haberme dejado llevar por la flojera y el descuido, antes que por el rigor y la autonomìa. Me sigue cuestionando a mì. Pero la opiniòn de los blogueros, con el perdòn de los santurrones, me la paso por la verija, y la de Martìnez y la de Ureta, porque si hay gente que no sabe reconocer cuando alguien admite que la cagò y no quiere comprender lo que eso significa, pues entonces que se laven el tafanario y se beban el agua pero eso sì, que no me inviten a verlo. Por lo demàs, lo de Bryce me vuelve a atizar por dentro, pero mì solito.

El plagio y Yo
Por Rafo León
La sanciòn que Indecopi ha impuesto a Alfredo Bryce por el asunto de los quince artìculos publicados en el Perù me ha vuelto a sancochar los intestinos. No voy a soltar una sola palabra en relaciòn al caso Bryce, en estos temas cada uno sabe còmo mata mejor sus propias pulgas y si un poco tengo de moralista, no serà precisamente en el campo de la autorìa intelectual, algo en estos tiempos harto difìcil de precisar porque ya pasaron los años en los que, con centìmetro y regla, era perfectamente posible establecer la individualidad ajena; vivimos un mundo en el que las palabras -y no solo ellas- y los hechos, han pasado a ser patrimonio de todos en una especie de mazamorra con pelotas dentro de la cual no tiene demasiada gracia pelear pùblicamente por quièn se es y en cuànto uno se vende. Por supuesto que el navegnte sabe que hace dos años y medio yo estuve envuelto en un tema relacionado con el tèrmino "plagio", tan rotundamente que lo invoco a que ponga en buscador mi nombre y esa palabreja para que vea que salen màs entradas que en el corredor de Las Cucardas. Lo que pasò, pasò, y me da una flojera espantosa resumirlo. No puedo dejar de decir, sin embargo, que la responsabilidad total de los hechos la tuve yo y que apenas se destapò el problemita me ocupè de admitirlo por radio, Tv y prensa y poco màs y me pongo a escribirlo con tiza en las veredas del Jiròn de La Uniòn. Ahora bien, en este mundo de basuras y caras dobles, deberìa bastar con que uno asumiera sus pesares ante los demàs para que las aguas se calmaran. Pero no, la lògica y el Perù son como dos rìos, uno de agua y el otro de aceite, que se repelen y no se tocan ni cuando desaparecen. Es primera vez que lo comento pùblicamente pero en mi historia personal, lo que pasò con Lima Bizarra es una de las cosas màs crueles que me he inflingido a mì mismo y es una de las situaciones màs duras y dolorosas que me han tocado vivir. Perdì la confianza en mì, perdì las ganas de seguir escribiendo, perdì el deseo de salir a la calle y encontrarme con gente conocida, perdi el respeto de un montòn de periodistas jòvenes, perdì la cara (como dicen los chinos), perdì la licencia para opinar crìticamente sobre cualquier asunto de otros, perdì chambitas, perdì el humor, eso fue lo peor, perdì el humor. Fue entonces, a partir de Lima Bizarra, que empecè a escribir como si fuera un Papa de dedo alzado y autoridad divina en la Tierra, analizando como el sociòlogo que no soy y elucubrando como el politòlogo que no me gustarìa ser ni en mi quinta vida. Una especie de pesario se me instala aùn ahora sobre el pecho cada vez que me despierto por las mañanas y recuerdo ya no solamente la dimensiòn de mi error sino y sobre todo, lo que tuve que aguantar de parte de colegas periodistas, columnistas, blogueros y similares. Solo para traer masoquistamente algunos ejemplos. La psicoanalista Matilde Ureta en una entrevista a Caretas, comentò con el mismo rasero los varios casos de plagio que se dieron por la misma època, sin ocuparse siquiera de precisar los matices entre ellos, que si uno se pone a analizarlos, son tan importantes como la falta cometida en comùn. Esta señora ejerce una profesiòn que se articula precisamente en la diferenciaciòn y la entrelìnea por oposiciòn a la masividad con que el neuròtico vive su miserable vida. Pero no sè, la ganò el deseo de ponerse al lado de la gran opiniòn pùblica y debo decirlo, me doliò como un martillazo en el dedo gordo. Gregorio Martìnez, aùn ahora uno de los narradores peruanos que màs me gustan, escribiò en Perù 21 un comentario tan nutrido de mala leche contra mì que en un momento hasta me reclama haber tomado el asunto demasiado en serio y haber aparecido en el programa de la Valenzuela con cara de editor sin brùjula. ¿Se imagina el navegante què habrìa pasado si yo reaccionaba cagàndome de risa? Lamentablemente nunca he podido aprender a pilotearme con la lògica del lumpen, me habrìa gustado, hoy vivirìa mejor de lo que vivo, y quizàs ni siquiera en el Perù, pero en fin. Beto Ortiz sacò un doble pàgina en el mismo diario, un texto tan lleno de ambivalencias que cuando terminè de leerlo a la vez sonreìa y lloraba sobre mi pijama, porque fue un domingo por la mañana cuando llegò a mis manos. Pero Beto introdujo ese matiz que todo el mundo olvidò buscar, aunque su texto me resultò bastante agresivo. La leonera, sin embargo, se soltò en la blogòsfera. Recuerdo que en los dìas posteriores al destape yo, como un drogadicto, buscaba tres, cuatro veces al dìa comentarios por Internet e incluso me suscribì al alerta del Google con la clave de mi nombre. Dios santo, se me acusò de todo lo que pueda figurar en una escala que va de pituco a homosexual, pasando por pìcaro, ignorante, falso (Trafo Leòn, me rebautizò un imbècil), mediocre, argollero y hubo quien llegò a escribir que hasta lo de Lima Bizarra, mi programa de Tv le habìa gustado mucho pero que ahora le parecìa una buena mierda. Ahì parè de jugar ese juego perverso y chau al alerta Google. Muy bien, el asunto me duele hasta hoy y me seguirà atormentando hasta el dìa de la resurrecciòn de los muertos. Pero debo decir que su mayor presencia està dentro de mì y conmigo mismo, pues me enfrenta al boicot psicològico que me clavè al tomar textos de periodistas que yo no necesitaba (porque sè escribir y no lo hago mal), y al golpe moral resultante de haberme dejado llevar por la flojera y el descuido, antes que por el rigor y la autonomìa. Me sigue cuestionando a mì. Pero la opiniòn de los blogueros, con el perdòn de los santurrones, me la paso por la verija, y la de Martìnez y la de Ureta, porque si hay gente que no sabe reconocer cuando alguien admite que la cagò y no quiere comprender lo que eso significa, pues entonces que se laven el tafanario y se beban el agua pero eso sì, que no me inviten a verlo. Por lo demàs, lo de Bryce me vuelve a atizar por dentro, pero mì solito.
2 comentarios:
Recuerdo un mea culpa, empujado eso sí, por César Hildebrant; de Fernando Iwasaki Cauti por su libro de historia..¿cuál? Nación Peruana. Entelequia o Utopia, si mal no recuerdo; quien finalmente quedo bien librado aduciendo su inexperiencia y fervor literario ¿? aunque el plagiador debio partir a España y continuar allá su "exitosa" carrera.
Rafo León volteo una noticia o un texto periodistico y la cagó, aunque él hace más ruido de algo que no trascendio tanto como los plagios de Bryce Echenique o Eloy Jauregui, este último un verdadero copión sin descaro destapado en la blogosfera peruana, siempre atenta al escándalo y al dime y direte, cuando no a la discusión de ideas, salvo honrosas excepciones.
Saludos,Pedro
Acepta haber plagiado, pero ataca a todo aquel que lo critica ¿Habría que elogiarlo entonces?
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