jueves, 4 de junio de 2009




Una comedia casual

Por Oscar Martín Sánchez Rojas

“Marido por accidente” (The accidental husband, EE UU– 2009) dirigida por Griffin Dunne, es una comedia menor, aun cuando en el rol protagónico tenga a la bella musa de Tarantino: Uma Thurman. Y si bien G. Dunne ya había intentado el género en obras como “Hechizo de amor”, estamos en este caso ante un acto fallido desde su línea argumental.
El filme cuenta la historia de Emma Looyd (Uma Thurman), una exitosa escritora convertida en el oráculo radial del amor y la autoayuda en una neurótica ciudad de Nueva York, en donde convergen –como la nueva Babilonia– diversas comunidades de migrantes, tan disímiles como la hindú. Justamente, de este ghetto citadino surge el personaje de Patrick Sullivan (Jeffrey Dean Morgan), un apuesto bombero a punto de casarse con una poco agraciada centroamericana, pero que imprevistamente se ven interrumpidos sus planes por una llamada de consejería que hace esta última al programa de la bella Emma, quien le ofrece una respuesta tan racional que hace naufragar a los esponsales.
Pero Emma también está a punto de ser desposada por su flemático editor (Colin Firth), y Sullivan planea su venganza. Se colude con su sobrino, un precoz hacker, quien es capaz de introducirse en la base de datos de los registros civiles neoyorquinos y aparentar informáticamente el matrimonio virtual entre el vengativo bombero y la entrometida consejera. Es así que Emma se ve envuelta en la trepidante búsqueda de su desconocido marido y en el encuentro de éste; un hombre ordinario, alejado del glamour de ella pero con la sencillez suficiente para conquistarla, traicionando así su ideal racionalista sobre el amor y dejándose llevar por los sentimientos. El resto... final feliz con embarazo y baile hindú incluido.
Si bien, esta excusa argumental de construcción tan endeble aguardaba un filme opaco, Dunne tuvo al menos la oportunidad –mediante los guiños a Bollywood que muestra el filme– de ofrecer un producto con alguna sutileza más interesante como el que puede corresponder a las relaciones interraciales y el costumbrismo étnico en una metrópoli tan babilónica como Nueva York.
Nada de eso, Dunne apuesta por una comedia previsible, tan llena de clichés que llega al hartazgo, por ejemplo en el papel de Sullivan, el bombero enamorado y exagerado. Sólo nos queda entonces Uma Thurman, si de lo que se trata es de contemplar su eterna elegancia transitando como un cisne erguido por el cemento glamoroso de Nueva York.
Filme absolutamente prescindible, salvo que se quiera ver a Uma, una diva que desde Tarantino es inmune a la mediocridad y se puede dar el lujo de filmar filmes tan insulsos como éste.



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