
INVICTUS (USA, 2009)
Una cinta sin complejidad estructural, que trata de recoger un humanismo trascendente y un sentido profundo de la libertad interior. Sin embargo resulta un “biopic” que deviene en una hagiografía de Mandela (Morgan Freeman) con unos personajes esquemáticos y una puesta en escena convencional.
Y es que cuando Eastwood trata de pensar en forma “políticamente correcta” falla ostensiblemente, pretender que un campeonato de rugby ganado por el equipo (blanco) de Sudafrica en 1995, sea el culmen de la unificación racial es como creer que Matt Damon (que interpreta al capitán del equipo) tiene el don de la expresividad.
Y es que el deporte como bien lo supo Mandela en su tiempo, es un buen catalizador de sentimientos nacionales, y no dudó como muchos gobernantes, en darle un uso político, (después de todo la mejor maniobra política es la maniobra humana) más aún cuando un nuevo apartheid económico, como bien lo señala Naomi Klein, había sido sobreimpuesto por el poder financiero mundial al nuevo régimen sudafricano.
Con todo eso tuvo que lidiar Mandela, y también contra sus propias frustraciones familiares. Pero nada de eso ve Eastwood en su film, omisión imperdonable si tomamos en cuenta que la historia no produce santos sino simplemente héroes.
Una cinta sin complejidad estructural, que trata de recoger un humanismo trascendente y un sentido profundo de la libertad interior. Sin embargo resulta un “biopic” que deviene en una hagiografía de Mandela (Morgan Freeman) con unos personajes esquemáticos y una puesta en escena convencional.
Y es que cuando Eastwood trata de pensar en forma “políticamente correcta” falla ostensiblemente, pretender que un campeonato de rugby ganado por el equipo (blanco) de Sudafrica en 1995, sea el culmen de la unificación racial es como creer que Matt Damon (que interpreta al capitán del equipo) tiene el don de la expresividad.
Y es que el deporte como bien lo supo Mandela en su tiempo, es un buen catalizador de sentimientos nacionales, y no dudó como muchos gobernantes, en darle un uso político, (después de todo la mejor maniobra política es la maniobra humana) más aún cuando un nuevo apartheid económico, como bien lo señala Naomi Klein, había sido sobreimpuesto por el poder financiero mundial al nuevo régimen sudafricano.
Con todo eso tuvo que lidiar Mandela, y también contra sus propias frustraciones familiares. Pero nada de eso ve Eastwood en su film, omisión imperdonable si tomamos en cuenta que la historia no produce santos sino simplemente héroes.
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